Hoy hablaremos sobre el segundo de los Ocho Pilares de la Alegría: La humildad.

La palabra “humildad” procede del término latino humus (tierra). (…) Humildad significa literalmente “devuélvenos a la tierra”, aunque en ocasiones sea dándonos un batacazo.

La necesidad de sentir que somos más grandes que los otros procede del persistente temor de que somos más pequeños.

Tanto el Dalai Lama como el arzobispo Tutu insisten en que la humildad es fundamental para experimentar alegría. Cuando disfrutamos de una perspectiva más amplia, tenemos una comprensión natural de nuestro lugar en el gran devenir de todo lo que ha sido, es y será. Esto nos conduce de forma natural a la humildad y al reconocimiento de que, como seres humanos, no podemos resolverlo todo ni controlar todos los aspectos de la vida. Necesitamos a los demás.

Desmond Tutu ha dicho en alguna ocasión, con palabras conmovedoras, que nuestras vulnerabilidades, flaquezas y limitaciones son un recordatorio de que nos necesitamos los unos a los otros. No hemos sido creador para la independencia o la autosuficiencia, sino para la interdependencia y la ayuda mutua.

“Cuando conocemos a alguien, debemos recordar, ante todo, que esa persona desea, al igual que nosotros, disfrutar de un día feliz, un mes feliz, una vida feliz. Y que todos tenemos derecho a lograrlo.”

Dalai Lama

Si estás convencido de que eres una persona normal y corriente, un ser humano más entre siete mil millones, comprendes que no hay razón para sorprenderse o sentir que deberías ser alguien especial.

Nadie es un accidente divino. Aunque no seamos especiales, sí somos fundamentales. Salvo nosotros mismos, nadie puede cumplir con nuestra función, ya sea en el plan divino o kármico.

Cuando somos humildes, podemos reírnos de nosotros mismos.